Bue, tampoco, pero lean este artículo de Paenza en página 12 de la otra semana, en base a una idea de Milrud y Coll, donde se propone una forma de escribir el Quijote en una varilla: a cada letra se le asigna un número de 2 cifras (a=01, b=02,... espacio en blanco = 28), se comienza con un 0, y se 'pegan' a continuación las cifras una atrás de otra hasta llegar a un número racional entre 0 y 1. Esa longitud, marcada en la varilla, corresponde al Quijote.
Ok, no solo el Quijote aparece en esa varilla: es la verdadera "varilla de Babel", como señala Ivan. A todo libro, escrito o por escribirse, le corresponde un punto de la varilla.
Y, a veces, a dos libros les corresponde el mismo punto... No hagamos referencia a ciertas obras premiadas ultimamente en concursos de literatura argentinos, baste como ejemplo el propio Quijote y el Quijote de Pierre Menard.
En los comentarios, Capçotet y ACid señalan un inconveniente de tipo práctico: los miles de decimales de 'profundidad' se ven jaqueados por el Principio de Incertidumbre de Heisenberg. Antes de las 100 primeras letras, estaríamos luchando para señalar la ubicación entre dos protones de un mismo átomo. Ni siquiera con una varilla del tamaño del radio terrestre funcionaría la cosa.
Pero todo tiene solución: se puede utilizar la varilla para escribir el Quijote. Es más, una tabla de 3 metros cuadrados alcanza para escribir toda la Biblioteca del Congreso yanqui, decía Richard Feynmann hace como 50 años.
Más aún, se puede escribir la Enciclopedia Británica (y, por lo tanto, el Quijote, que es más corto) en la cabeza de un alfiler!
Y esa cuenta, demostrar que es posible hacerlo, marcó el nacimiento de la nanotecnología. La explicación, sencilla, se puede leer acá: There's Plenty of Room at the Bottom.