12.1.04

606.- Stanislaw Lem

    Al abandonar la glorieta me fui un rato a contemplar los cisnes. Cerca de mí, un tipo extravagante les echaba trozos de alambre. Le dije que los cisnes no comían esas cosas.
    -No pretendo que se lo coman -contestó, siguiendo con lo suyo.
    -Pero pueden tragarlo y perforarse el estómago. Sería una lástima -dije.
    -No lo tragarán, porque el alambre va al fondo. Es más pesado que el agua -me informó en tono profesional.
    -Entonces, ¿por qué lo echa?
    -Porque me gusta dar de comer a los cisnes.

Diarios de las estrellas. Viajes y memorias.

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