- Al abandonar la glorieta me fui un rato a contemplar los cisnes. Cerca de mí, un tipo extravagante les echaba trozos de alambre. Le dije que los cisnes no comían esas cosas.
-No pretendo que se lo coman -contestó, siguiendo con lo suyo.
-Pero pueden tragarlo y perforarse el estómago. Sería una lástima -dije.
-No lo tragarán, porque el alambre va al fondo. Es más pesado que el agua -me informó en tono profesional.
-Entonces, ¿por qué lo echa?
-Porque me gusta dar de comer a los cisnes.
Diarios de las estrellas. Viajes y memorias.
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