Para Aristóteles, Venus estaba más allá del sol.
En la Edad media, se lo corrió y quedó antes del sol.
Pero el modelo de Ptolomeo describía mejor las cosas: a veces estaba más cerca y a veces más lejos que el sol.
En 1610 tampoco se sabía si Venus generaba su propia luz o no. Que se viera de día era un gran argumento a favor del sí; y se pensaba que -salvo la luna- todos los cuerpos celestes emanaban su propia luz, sacada quién sabe de donde.
Y en diciembre de 1610, Benedetto Castelli le escribe a Galileo: Venus presenta fases.
Galileo le escribe al toque a Kepler: Haec immatura a me jam frustra legunturoy, para asegurarse la prioridad, y les escribe después a Clavius y Castelli, pero no publica nada hasta 1613.
A partir de ahí, se arma el debate: el anagrama significaba "Cynthiae figuras aemulatur mater amorum". Evidentemente, "La Madre del amor (Venus) emula la forma de Cynthia (Luna)".
En criollo, "Venus presenta fases como la luna"
Kepler traduciría Macula rufa in\ Jove est gyratur mathem, etc., es decir, "En Júpiter hay una mancha roja que gira matemáticamente", lo cual, asombrosamente, era cierto.
(continuará, o no...)
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