Dos aviones chocan en el aire, sobre Berlin. La culpa sería del piloto ruso, se dijo, que tuvo más de un minuto para cambiar su trayectoria, y que cuando lo hizo, el otro también se desvió. Las cajas negras cuentan un secreto: el rastreador de Suiza que monitorea las trayectorias para evitar choques estaba apagado (se dice que por tareas de mantenimiento). Y los controladores humanos reaccionaron apenas 50 segundos antes del choque, notificándole al piloto ruso que debía cambiar su rumbo.
Los aeropuertos siguen siendo inseguros, dice un informe sobre pruebas en distintos aeropuertos yanquis. Un 25 por ciento de las armas que intentaron pasar no fue detectado.
Y una perlita: hoy, un admirador de Cachuchova entró vestido con remerita y pantaloncitos de tenista en la sala de jugadores de Wimbledon, lugar muy restringido y vigilado. La saludó, charló con ella y se sacó una foto, antes de que lo sacaran del cuero del lomo.
Es hora de despertarse. La alarma perfecta no existe. La famosa guerra de las galaxias (el escudo espacial anti-misiles) estaba muerta antes de nacer, pero cada tanto se reflota la idea. Y tras su última reaparición (justo la semana anterior al atentado al WTC), ahora nadie dice que el proyecto se cajoneó. Porque dá una gran sensación de seguridad pensar que uno pueda tener una armadura perfecta.
Me voy a actualizar el antivirus y a poner otro firewall.
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