Kronecker no tuvo mucho éxito en convencer a sus contemporáneos. Las ideas de Cantor se desparramaron, y Hilbert se transformó en la figura central de las matemáticas de fines del siglo XIX, con sus planes logicistas para conquistar el mundo matemático. Una de sus demostraciones inspiró la frase de Paul Gordan:
"Esto no es matemática, es teología."
Pero Hilbert no se echaba atrás:
"Del paraíso que Cantor ha creado, nadie nos va a echar"
Sin embargo, aún los que estaban bastante de acuerdo con estos métodos les encontraron fallas. Apareció la paradoja de Russell, al considerar conjuntos de conjuntos, y su 'socio' Whitehead, cuando se enteró, dijo
"Nunca habrá otra vez una alegre y confiada mañana."
Entonces, el otro gran precursor de los intuicionistas, Henri Poincaré, festejaba:
"La logística no es estéril: engendra la contradicción."
Y así, entre mojadas de oreja más mediáticas que concretas, empezó el siglo XX.
2 comentarios:
si, pero ...
esas bravuconadas, fin y al cabo, ¿no eran signo de vitalidad, de vigor joven y alegría fecunda?
hoy, un siglo después, ¿no nos vemos -en comparación- decrépitos, chiquitos y estériles ?
tal vez la ilusión de la perspectiva temporal (todo tiempo pasado fue mejor); o mera ignorancia mía.
signos de pasión por lo que hacían, ¿no?
a veces me pregunto cómo fue que la computadora fue marginada tan rápido de las matemáticas, pese a éxitos teóricos iniciales como la demostración del problema de cuatro colores, o las infinitas aplicaciones prácticas en las que se usa hoy día. Ahí todavía hay una batalla por librarse.
los físicos, en cambio, con el tema del principio antrópico están viviendo una de esas crisis de fundamentos, y me alegra poder presenciarla.
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